
Hay obras que se miran y otras que se sienten. Aquellas que provocan un eco emocional, un recuerdo que no sabíamos que teníamos. Así es el trazo de Taquito Jocoque: íntimo, cálido, ferozmente mexicano.
Como si trazara con los dedos teñidos de memoria y azúcar, su obra nos devuelve a la infancia, pero también nos enfrenta —con dulzura— a la complejidad de crecer en un país hecho de contrastes.

Taquito Jocoque —seudónimo de Roxana Ramos— ilustradora mexicana, dibuja desde una sensibilidad que abraza lo íntimo y lo colectivo. Su trazo parece surgir del recuerdo compartido: de los patios con ropa tendida, de los mercados donde el color y el ruido son lenguaje, de las sobremesas largas donde las historias se heredan sin pretenderlo. Su trabajo no necesita alzar la voz; es en su sutileza donde encuentra fuerza. Ilustra como quien escucha: con atención, con ternura, con una mirada aguda que sabe encontrar belleza incluso en lo descompuesto.
Su universo visual recuerda a esas joyas heredadas que, aunque pequeñas, contienen siglos de historia. Cada línea que traza parece tallada en lo emocional. Hay algo profundamente artesanal en su forma de construir imágenes: como si tejiera con colores los silencios de una generación. Como si bordara con crayones las preguntas que aún duelen.

“Las cosas que dibujo para mí, sin pensar en nadie más, son justo las que terminan hablando por muchos.”
Y es que lo suyo no es solo estética; es gesto.
Una mujer frente al espejo, abrazándose. Una mirada fija sobre una figura ausente. Un ídolo pop convertido en catarsis colectiva. Cada pieza ilustra un paisaje emocional que, sin decirlo, habla del país, de género, de cuerpo, de herencia.
Pensar en su obra es pensar en el tiempo lento. En la elección deliberada de cada símbolo, cada formato. En lo cotidiano resignificado. El mismo impulso que lleva a tomar una piedra con historia y fundirla en metal para contar algo más grande que el objeto mismo.
Hay procesos creativos que son casi rituales. Uno los repite como una forma de recordar quién es. Como un gesto de resistencia contra la prisa, contra el olvido.
Eso se siente al ver el trabajo de Taquito Jocoque: que ilustrar, para ella, es volver a casa. Aunque esa casa ya no exista. Aunque esté hecha sólo de memoria.


Y quizás por eso resuena tanto. Porque, al igual que ciertas piezas preciosas que elegimos portar cerca de la piel, su obra se convierte en un refugio silencioso. Un recordatorio de que también lo frágil tiene fuerza. De que hay belleza en la imperfección, y profundidad en lo que parece naïf.
Crear, cuando se hace desde la esencia, es siempre un acto de amor.
Y en ese amor —a la historia, a las voces, a la ausencia— radica la autenticidad de su trazo.
Hay ilustraciones que se cuelgan en la pared.
Las suyas, en cambio, se llevan en el pecho.



Mini Matera Silver
- Precio normal
- Precio de venta
- $ 2,890.00 MXN



Matera Gold
- Precio normal
- Precio de venta
- $ 2,890.00 MXN



Mini Matera Gold
- Precio normal
- Precio de venta
- $ 2,890.00 MXN



Matera Silver
- Precio normal
- Precio de venta
- $ 2,890.00 MXN